
La magia de regalar una cámara infantil
De pequeño, mi padre tenía una cámara réflex.
De esas con carrete, de las que había que llevar a revelar y esperar días para ver si las fotos habían salido bien.
No era una cámara cualquiera. Era su cámara.
Y yo no podía tocarla más que en contadas ocasiones.
Recuerdo perfectamente cómo se abría la tapa para meter el carrete, aquel sistema de luz con la aguja en el visor, el sonido al avanzar la película…
Pero ¡ay! qué maravilla era poder sacar una foto.
Sentir que, por un momento, ese mundo tan de mayores estaba también en mis manos.
Muchos años después, sigo con esa pasión por la fotografía.
Y ahora, desde Mi Juego Bonito, me emociona ver cómo nuestros peques también pueden tener su propia forma de mirar, con cámaras diseñadas para ellos, sin miedo a que se rompa nada, sin tener que pedir permiso, y con toda la libertad para equivocarse y volver a intentarlo.
Porque cuando un niño o una niña tiene su propia cámara, ocurre algo precioso.
Sienten que tienen el control. Que pueden decidir. Que lo que ellos ven también importa.
Las primeras fotos, claro, no serán perfectas.
Estarán movidas, desenfocadas, oscuras… Harán veinte veces la misma foto.
Y eso es maravilloso.
Porque forma parte del proceso natural de aprender.
Nadie les enseña a mirar. Pero con tiempo, con juego y con confianza, aprenden a enfocar distinto. A esperar. A buscar ángulos. A descubrir la luz.
Y mientras tanto, desarrollan habilidades que van más allá de la fotografía:
observación, atención plena, paciencia, expresión, sensibilidad.
En casa, una cámara puede ser una excusa para salir a pasear, para crear álbumes juntos, para sentarse a ver qué han capturado y preguntarles acerca de sus fotos y dejarles hablar, sin prisa, con toda nuestra atención en su discurso
En el cole, puede convertirse en una herramienta pedagógica de enorme valor.
“Fotografiamos lo que nos gusta del aula”, “Capturamos el otoño”, “Hacemos un diario visual de nuestro entorno”…
Es otra forma de expresarse. Una en la que no hay respuestas correctas. Solo mirada.
Y lo más bonito: lo que ellos ven con su cámara, nos puede enseñar a mirar también a nosotros el mundo de otra manera, de la suya.
Por eso en Mi Juego Bonito apostamos por las Kidycam, unas cámaras infantiles que respetan ese espíritu.
Son ligeras, resistentes, fáciles de usar. Tienen filtros divertidos, graban vídeo y están disponibles en tres colores. Y sí, también aguantan el agua dulce hasta un metro. Perfectas para esas pequeñas grandes aventuras.
Una cámara puede ser un regalo. Pero también puede ser un comienzo.
Un viaje. Una forma de decir: quiero disfrutar del mundo a través de tu mirada.
¿Les dejamos mirar el mundo a su manera?
👉 Puedes ver las cámaras Kidycam aquí: