
Cómo le explico a “mi” cuñado que jugar no es perder el tiempo
A mí me ha pasado, me pasa y sé que me seguirá pasando toda mi vida. A veces viene de ese cuñado “metafórico” que pueden ser muchas personas, padres, madres, herman@s, amig@s compañer@s, jef@s de departamento e incluso cuñad@s 😂😂.
Estoy convencido que a ti también.
Eso de …”¿Jugar? ¿Eso no es solo para pasar el rato?”
Y entonces toca respirar hondo, porque sabes que se está a punto de hablar del top ventas del 1970, siendo generoso, Monopoly, trivial, brisca, domino, o el cinquillo... o frases inspiradoras como “que jueguen a ver si se cansan y luego nos dejan” o el “poneros ahí a jugar pero no vengáis” o uno mágico, o aterrador, “es que no aguantas ni media hora jugando”, o qué decir de “los niños buenos comparten sus juegos” 🥱.
A veces, y en función del grado de relación con esa persona, no queda otra que sacar el chubasquero emocional, aceptar y recordar que no tiene sentido tratar de argumentar a la lluvia para que deje de llover por mucho que se esté inundando. Un antiguo jefe mío checo diría, “Miguel, en resumen, es como tirar perlas a los cerdos, no vale para nada” muy gráfico y bruto, pero real.
Pero para aquellos afortunados que todavía admiten con mirada de aprendiz que no saben todo el libro del desarrollo humano y que miran las cosas desde el “qué me puede aportar a mí esto en mi vida o en la de los míos para mejorar” hoy te comparto cosillas que he ido aprendiendo a través de la práctica, observación y estudio, no siempre en ese orden.
Si tienes a algún cuñado-doctor anclado en sus convicciones inamovibles sobre aprendizaje y desarrollo, es mejor que elijas otro tema de conversación, especialmente si te importa.
Volvemos a lo que te quería compartir, espero que te sea útil, no porque los diga yo, sino porque como lo dirían unas buenas amigas “lo dice la ciencia”.
Para que la próxima vez que alguien diga que jugar es perder el tiempo, o es cosa de niños…le digas, si te apetece y con total tranquilidad que no. Que jugar es invertir el tiempo con cabeza y corazón, y con un resultado inmediato y seguro, que como el interés compuesto se incrementa mucho más que de manera lineal.
1. Jugar desarrolla habilidades que no se enseñan en los libros
Atención, memoria, pensamiento lógico, regulación emocional…
Todo eso se entrena cuando jugamos. Y lo mejor: sin darnos cuenta.
Jugar y aprender es como colar brócoli en el puré, funciona, y nadie, o casi nadie se queja.
2. En la infancia ( y para mí en cualquier etapa) el juego es la forma natural de aprender
No es una moda. Es neurociencia. El cerebro aprende mejor cuando hay emoción, movimiento y significado. Y dime tú, qué tiene más emoción que ganar por los pelos una partida cooperativa en familia.
O resolver un reto matemático antes que el otro equipo. Spoiler para los que quieren saber el resultado: eso también es estudiar pero sin la carga “negativa” que para algun@s tiene estudiar.
3. El juego fortalece vínculos
Cuando jugáis juntos, no solo pasáis tiempo. Construís recuerdos.
Los niños no recordarán la ficha 4.3 del libro de mates o el ejercicio de inglés del Milton que tienen que hacer ahora en vacaciones de Semana Santa, pero sí recordarán cuando tú fallaste una respuesta en " Smart 10 familiar" sobre vertebrados e invertebrados y te dijeron que tendrías que volver a hacer, y con razón, tercero de primaria 😅.
4. También sirve para trabajar emociones (sin sermones ni discursos moralistas que se repiten más que echar dos ajos de más a un gazpacho en verano)
La frustración de perder, la alegría compartida al ganar, esperar el turno…
Cada partida es un ensayo de la vida. Sin castigos ni premios artificiales y arbitrarios cual mal proceso gamificado. Solo con la magia de unas cartas, un dado y un tablero y tiempo juntos por disfrutar.
Y aquí te abro el corazón con algo que me pone los pelos de punta cuando doy formaciones a docentes.
Uno de los comentarios más repetidos es la sensación de estar perdiendo el tiempo entre informes, plataformas, protocolos y burocracia. Todo eso que "hay que hacer" y que aporta muy poco al éxito y aprendizaje real de los niños en su día a día, pero desde los despachos y administraciones, para tener esa sensación de “falso control” se exige a los docentes.
Pueden dejarse la vida en atender la diversidad de sus pobladas aulas cada día con una sonrisa dando lo mejor de sí, y nadie les dará las gracias por su actitud y respeto hacia los niños y su desarrollo, pero ayyyyyy de ellos y ellas como ese informe no llegue a tiempo a esa persona que ni siquiera lo va a leer.
¿Qué pasaría si dedicáramos más tiempo a jugar con intención y con propósito y menos a rellenar casillas? El control burocrático sin sentido, cuando lo conoces desde dentro es perverso con el propio fin de los colegios.
Me da mucha pena ver qué hay grandes eslóganes en centros educativos que solo llegan hasta el soporte en el que están escritos, pero se pierden estrepitosamente en la ejecución, pese al esfuerzo encomiable de tantos docentes con vocación y ALMA de maestr@.
5. Y sí, también sirve para reforzar matemáticas, lengua… y el sentido común
Cuando un juego se elige bien, si buscamos un fin concreto pedagógico o curricular, conseguiremos que mientras ríen, están calculando, componiendo frases, clasificando…
Aprenden sin saber que están aprendiendo.Y eso, amigo cuñado, no tiene precio 😂
¿Por qué es importante defender el valor del juego?
Porque en casa y en el aula, con tanta pantalla, tanto like, tanto fast food “cultural y de ocio” nos estamos quedando sin tiempo para lo importante como seres humanos.
Y jugar no es perderlo. Es apostar decididamente por una vida y una infancia más rica, más conectada y más feliz.
Si como familia o como profe, eliges el juego como aliado, estás eligiendo hacerlo bonito.
No perfecto. Es Bonito.
Y eso, créeme, se nota desde el mismo momento en el que comenzamos a jugar, dejando el ego y el “es que yo” lejos de la mesa, tan lejos como puedas.
Juega y promueve el juego. Será una de las mejores inversiones que hagas en la vida, aunque no se mida en euros, el juego se mide en sonrisas, aprendizajes y recuerdos. ¿Qué es la vida sin eso?
Con cariño,
Miguel